
Por
EDUARDO CASANOVA
El 24 de agosto es el Día de los Parques Nacionales, dedicamos esta sección al Dr. Henry Pittier (Q.E.P.D.) y al Dr. Charles Brewer, dos de los científicos más influyentes en la conservación de la naturaleza en Costa Rica y la República Bolivariana de Venezuela: un enlace conservacionista que perdura hasta nuestros tiempos.
Costa Rica y Venezuela, por alguna razón misteriosa, tienen entre sí algo muy parecido a lo que suele establecerse entre seres humanos cuando hay simpatía y empatía. A eso han contribuido varios hechos y algunos personajes, todos importantes. En lo político, Rómulo Betancourt, el verdadero fundador de la Democracia venezolana, que vivió en Casta Rica lo mejor de su primer exilio y se casó con la tica Carmen Valverde Zeledón. La hija de ambos, Virginia Betancourt Valverde, es una de las mujeres más admirables de Venezuela, además de una verdadera simbiosis de lo venezolano y lo costarricense.
En las artes plásticas nos une Carlos Poveda, excelente artista que se radicó en Venezuela y se casó con venezolana, y que sin dejar de ser tico es venezolano, y admirado en ambos medios. Y en la ciencia esa unión, esa simpatía, esa empatía, viene dada por un personaje que no nació en ninguno de los dos países, sino en Suiza, en un pueblecito campesino llamado Bex, en el Cantón de Vaud, cerca de Lucerna y no lejos del Lago de Ginebra.Era un hombrón de impresionante presencia, que dejó dos familias, una a cada lado del Atlántico, además de huellas imborrables en Costa Rica y Venezuela. Es posible que haya tenido ascendencia italiana y que su apellido haya sido una adaptación al francés del italiano Pittier, y que eso explique muchas de sus actitudes y aptitudes.
En todo caso Henry Pittier nació en agosto de 1857 y en su juventud estudió en Jena, en Alemania, en donde se hizo ingeniero civil (forestal) y Doctor en Filosofía, en 1885, es decir, a los 28 años. Se sabe que en ese tiempo recibió un balazo en una pierna, debido a una aventura galante, y es posible que esa haya sido la causa de sus viajes, que primero lo llevaron a España, después de haber sido profesor en la Universidad de Lausana. Y es de esas épocas su primera familia, la que se quedó en Europa. La segunda la formaría en Costa Rica, donde se estableció a los treinta años (1887). Había sido contactado por Mauro Fernández y Ricardo Jiménez, que buscaban modernizar la educación tica y lo contrataron para el Liceo de Costa Rica. Pronto fundó el Instituto Meteorológico Nacional y se hizo cargo de la dirección del Instituto Físico Geográfico, en donde funcionaba el Herbario Nacional de la actualidad.
Con dos de sus connacionales, Paul Biolley y Adolf Tonduz, y el costarricense Anastasio Alfaro, creó el Museo Nacional. Paralelamente se dedicó al estudio de la flora y la fauna de Costa Rica e intervino en los levantamientos cartográficos y en la delineación de carreteras y vías férreas. En lo personal, se casó con Guillermina de Fábrega, de familia panameña y con conexiones en Nicaragua, con quien tuvo tres hijos: Margarita, Emilio y Teresa. Quince años después de su llegada a Costa Rica, se marchó a Washington. Su esposa se quedó en Costa Rica, pero permitió que con él viajaran a Estados Unidos sus tres hijos. Y en Estados Unidos volvió a casarse. Pronto Charlotte de Pittier se convirtió en la madre de los tres niños. El varón, Emilio, con el tiempo entró a trabajar en la Texas Petroleum Company y se estableció en Venezuela, donde se casó con mi tía, Berta Sucre.
En 1907 el doctor Pittier publicó su "Primitia Flora Costaricencis", obra fundamental para el conocimiento de la flora del país en el que había vivido quince años. Con una enorme capacidad de trabajo, estudió a fondo la botánica tropical en México, Guatemala, Colombia, Ecuador y Venezuela. En Venezuela estuvo en 1913 y 1917, y quizás lo que lo decidió a establecerse en el país que había caído en las manos férreas de un dictador montañés llamado Juan Vicente Gómez fue el trabajo de Emilio su hijo en el medio petrolero.
Finalmente se estableció en Caracas, primero para fundar una Estación Experimental en lo que entonces era las afueras de la capital (Cotiza), en un proyecto que no tuvo éxito. Sí lo tuvo para salvar de la destrucción un bello bosque en los valles de Aragua, que hoy es el Parque Codazzi, y también en la creación de un Museo Comercial y del Herbario, que hoy es el Instituto Botánico. En 1931 fue designado Director del Observatorio Cajigal, en Caracas, cuyas instalaciones recuperó y puso a funcionar con eficiencia. Y a la muerte del dictador Gómez, cuando el nuevo Presidente, Eleazar López Contreras propició una seria apertura democrática, Pittier se convirtió en jefe del Servicio Botánico del Ministerio de Agricultura y Cría, cargo en el que se mantuvo hasta su muerte.
Como tal, fue el creador del Parque Nacional Rancho Grande, situado en las montañas de la Cordillera de la Costa, entre Maracay y el mar, en donde se conservan grandes extensiones de selva tropical y de la más variada fauna. Hoy se llama Parque Nacional Henri Pittier, y en él funciona aún la estación Experimental que él creó en las instalaciones de un gran hotel que quedó inconcluso. Fue el primer Parque Nacional del país y marcó la pauta para muchos otros que han salvado de la destrucción espacios inmensos que se conservan para bien de la humanidad. A lo largo de su vida publicó cerca de trescientos trabajos, entre los que destacan su "Primitia Flora Costaricencis" y el monumental "Manual de las plantas usuales de Venezuela", publicado en 1926.
En lo personal, lo recuerdo como una parte muy importante de mi infancia. Era el padre de mi tío Emilio, el suegro de mi tía Berta y el abuelo de Emilio Pittier Sucre, mi primo hermano que toda la vida ha sido más bien mi hermano mayor.
El "Viejo" Pittier era una presencia impresionante, alto, enhiesto, simpático, su voz aguda contrastaba con su estatura. Cuando cumplió los noventa años, medio en serio medio en broma me invitó a acompañarlo a subir cerro y yo, que apenas tenía siete años y medio, no pude seguirle el paso. Un par de años después, la pierna en la que al parecer un marido celoso le había puesto una bala, cedió al tiempo y se lo llevó de este mundo, pero, por fortuna, nada ni nadie podrá llevarse su recuerdo. Un recuerdo que une a Costa Rica y Venezuela. Un recuerdo de simpatía y empatía. Y de conservación y futuro.
Fuente:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario