viernes, septiembre 06, 2013

LAS ESTADISTICAS TURISTICAS

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Blog de Lluis Mesalles
Según decía Disraeli, hace ya unos cuantos años: “Hay tres formas de mentir: con mentiras, con malditas mentiras y con estadísticas”. ¿Entonces por qué nos emocionamos tanto cuando alguien publica datos de encuestas o estadísticas? Son casi sin excepción versiones de la realidad que favorecen o enaltecen al que las publica.

Los resultados de encuestas se podrían considerar como cifras “blandas”, ya que no tienen ningún rigor científico, son solo la recopilación de las opiniones de personas que ven las cosas cada uno de formas diferentes. Las encuestas nos sirven para identificar modas o tendencias, pero no son suficientemente sólidas como para llevarlas al banco. Pasa mucho en la política y también en el mundo empresarial.

Las estadísticas normalmente se presentan como series de datos en un marco temporal, que pueden provenir de estas mismas encuestas o bien de levantamientos de campo, estos últimos siempre más exactos y confirmables.

Pero, ¿para qué sirven las estadísticas? Si no son fiables, nos propician a orientar nuestras opiniones en temas sobre los que tengamos dudas, con el riesgo de que nos lleven a rutas equivocadas. Algo así como si entramos en un restaurante a la hora de la cena y preguntamos a todos los comensales: ¿Cómo han comido hoy? Los preguntados (encuestados) normalmente interpretarán que se les está preguntando sobre la calidad de la gastronomía en el restaurante, aunque la pregunta realmente se refiera a su experiencia de todo el día. Algunos podrán haber comido muy bien en su casa, otros podrán haber comido muy bien o muy mal en el almuerzo. Normalmente esperamos que la mayoría nos respondan por cortesía que muy bien, refiriéndose a lo que están cenando. ¿Esto es una encuesta fiable que nos sirva de indicador en cuanto a la calidad gastronómica del restaurante? Yo pienso que no, por lo menos no lo suficiente.

Si los datos son fiables, nos confirman oportunidades o peligros en la trayectoria económica de nuestro sector. Tomemos como ejemplo las cifras del gasto de los turistas en un país. En muchos casos, estas cifras son el resultado de encuestas “a pie de calle”, o a la salida de los viajeros en el aeropuerto. Sabemos por experiencia que cuando viajamos no nos gusta decirle a nadie si nos hemos gastado mucho o poco en nuestra estancia. Otros tienen tendencia a inflar las cifras por desconocimiento, reflexión, o puro presumir. Con todo, son solo encuestas que poco nos indican en realidad. Y ¿para qué sirve ese dato? Solo para que los políticos presuman.

Pero datos similares se pueden conseguir con mayor fiabilidad por otros medios. Hay muchas formas de convalidar nuestras observaciones. Podríamos investigar los servicios a los que suelen acudir los turistas. Cuántos restaurantes hay registrados, con cuántas plazas. Cuántos han abierto en un año y cuántos han cerrado. Cuántos espectáculos orientados al turismo se producen y con qué ocupación. Cuanto personal contratado trabaja en estos servicios. Todo datos existentes, que no se pueden sumar con rigor, pero que dan una buena idea de la coyuntura (panorama) turística.

En el caso del gasto turístico, hay un dato claro y fundamental que está bien disponible y pocas veces aparece en los siempre triunfalistas datos de las autoridades turísticas. Me refiero al volumen de compras mediante tarjeta de crédito de otros países. Las empresas emisoras de tarjetas de crédito o débito bancario, tienen este dato con total exactitud y lo publican regularmente. Saben con exactitud el lugar y país de origen de las tarjetas que son utilizadas en un país. Saben cuánto se ha comprado con tarjetas españolas, francesas, inglesas, alemanas, estadounidenses, etc., etc. Y esto lo suelen tener desglosado por regiones, ciudades, etc., etc.

Un dato claro y contundente, rigurosamente recopilado, y mucho más útil para la valoración de la marcha del desarrollo turístico de un país que las pomposas encuestas

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