martes, agosto 19, 2014

LAS EMOCIONES y EL TURISMO





Por Jorge Guasp

Los avances en materia de meteorología, basados especialmente en el servicio brindado por los satélites y los sistemas de información geográfica, nos permiten prever cambios en el tiempo con bastante antelación.

Aunque los pronósticos meteorológicos no siempre son exactos, con frecuencia me sorprende la previsión de cambio de tiempo: se anuncia un brusco descenso de temperatura en medio de un intenso calor… ¡y ese cambio se verifica! Esto nos permite acomodar salidas de campo a las condiciones del tiempo, especialmente en zonas montañosas (donde pueden producirse nevadas, o frío extremo), o muy húmedas (en que la lluvia puede volver intransitable algún camino de tierra, o impedir el cruce de un curso de agua).

Sabemos bastante sobre nuestro entorno, y muy poco sobre nosotros mismos. Conocemos casi a la perfección la temperatura y humedad relativa que tendrá el ambiente al día siguiente, pero a menudo ignoramos las motivaciones que tenemos para viajar a un lugar, o qué buscamos en él. Podemos prever que va a llover, pero no que estaremos tristes ante esa lluvia. Podemos colocarle al vehículo un GPS que nos guíe a destino. Pero con frecuencia no tenemos idea de a dónde queremos ir…

Ya sea que seamos empresarios del turismo, guías o tan sólo turistas, es nuestro punto de vista y nuestras emociones los que determinan nuestra experiencia en un lugar dado. Y aunque no seamos capaces de predecir nuestras emociones, podemos hacer algo con ellas cuando aparecen.

Lo que hagamos con nuestras emociones repercute en nosotros mismos, en nuestros clientes y en nuestro negocio. Las emociones son contagiosas, como lo sabe cualquier persona que haya asistido a un concierto musical, o un evento deportivo, donde lo que cada uno siente se transmite como reguero de pólvora entre los presentes.

Un guía apasionado, que muestra entusiasmo, transmite esa emoción a sus clientes. Un informante turístico que se involucra en el asesoramiento a un visitante, le crea incentivos para conocer el destino que recomienda. Una persona apática, en cambio, desalienta a cualquiera…

Como digo, hemos aprendido a predecir tormentas, lluvias, sequías y temperaturas extremas. Pero aún ignoramos muchos aspectos de nuestro “clima interior”: qué nos molesta, qué queremos, cómo reaccionamos ante determinadas circunstancias, cómo podemos sentirnos mejor… Estos interrogantes se ponen de manifiesto especialmente en el turismo de naturaleza, donde las experiencias dependen en gran medida de nuestras emociones, ya que estar frente a la naturaleza es, en cierto modo, estar desnudos frente a nosotros mismos.

Me parece importante conocernos mejor; aprender también a conocer a los demás, y a empatizar con ellos. Esto no sólo mejora el mundo del turismo, sino que vuelve también más rentable nuestro negocio. Y como si fuera poco, nos hace más felices.

No hay comentarios.: