miércoles, abril 22, 2015

EMIGRAR O MORIR

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“Nos decían que si nos movíamos, el barco se podía hundir (...). Era un viaje de 24 horas, en el que ni siquiera podíamos ir al baño. Pero no porque un baño fuera insuficiente para las casi 500 personas que veníamos a bordo, sino porque no podíamos movernos (...) Muchos hacían sus necesidades en una botella o en el lugar donde estaban”, explicó un hombre procedente de Somalia que llegó con éxito a las costas italianas este año.
Según datos de Naciones Unidas, este año han sido tres las embarcaciones que han naufragado en el Mar Mediterráneo. La primera, en febrero con 350 personas a bordo; la segunda, el 15 de abril. Según Save The Children, en esta barcaza viajaban 450 personas, la mayoría mujeres y niños. Y el tercero y más espeluznante ocurrió este domingo 19 de abril, cuando un barco se hundió con 700 personas a bordo.
Sobrevivientes de la tragedia le dijeron al periódico Il Corriere Della Sera que en el barco iban 950 inmigrantes encerrados en la bodega. “Había entre 40 y 50 niños y 200 mujeres”, agregó. De acuerdo con la agencia Italpress, el inmigrante aseguró que los responsables de la nave habrían cerrado las puertas de los niveles más bajos de la embarcación para impedir la salida de las personas que viajaban allí.
Dos de estos responsables fueron rescatados el domingo por las autoridades italianas y ayer fueron puestos a órdenes de las autoridades. La Fiscalía de Catania (sur de Italia) dijo que se trataba de Mohammed Alí Malek, de 27 años y nacionalidad tunecina, que presuntamente llevaba el timón de la embarcación, y su asistente sirio de 25 años, Mahmud Bikhit. Ambos han sido acusados de los delitos de homicidio culposo múltiple, naufragio e instigación a la inmigración clandestina.
LA RUTA
De los testimonios de los rescatados escuchados hasta ahora se deduce que la embarcación en la que viajaban con destino a Italia partió de un puerto cercano a Trípoli. Los inmigrantes habían permanecido durante varios días, algunos incluso durante un mes, en una granja situada cerca del lugar de partida, a la espera de poder embarcar hacia Italia. El día de la partida, describió la Fiscalía, fueron trasladados en grupos de treinta personas en furgonetas hasta el puerto desde donde partiría el pesquero, en el que algunos supervivientes cuentan que iban hasta 950 personas.
En lo que va de 2015, más de 35.000 solicitantes de asilo e inmigrantes han buscado refugio en Europa atravesando el mar. Si se confirman las cifras de este domingo, más de 1.800 habrán perecido en el intento, informa Efe. 290.000 emigrantes indocumentados cruzaron el Mediterráneo en todo el pasado año. De ellos, 3.500 murieron en el intento.
Según datos recogidos por las autoridades migratorias, la mayoría de inmigrantes que intentan llegar a Europa a través de Italia provienen de países de África Subsahariana, países árabes y unos pocos de Asia. En el último naufragio, de acuerdo con los primeros datos, vendrían de Eritrea, Yemen, Siria, Somalia, Etiopía y Egipto, los países de donde más sale gente cada año. Según el testimonio de un sobreviviente de una de las últimas tragedias, un inmigrante clandestino sabe cuándo comienza su viaje, pero no sabe si termina. Y a pesar de eso, esto es mejor que quedarse en su país de origen.
La travesía puede durar hasta seis meses, todo depende de la distancia del país de origen de las costas del norte de África. Un viajero de Eritrea, en el cuerno de África, tiene que pasar por el desierto durante días hasta llegar a Sudán, de allí parten a Libia y de ahí llegan a Lampedusa. Pero antes deben permanecer encerrados en sitios elegidos por las bandas de traficantes. La idea original de los africanos es llegar a Italia, pero muchos no se quedan y solo intentan llegar a otros países, como Holanda o España.
La mayoría de inmigrantes no tienen dinero para pagar el viaje completo con traficantes. Por eso se arriesgan en solitario hasta Libia, en donde pagan hasta US$1.500 para subirse a un bote pesquero en una bodega y embarcarse hasta las costas europeas.
“Mi sueño es trabajar en Alemania”, confiesa el joven Mamadu Bari, 24 años, quien proviene de Guinea y sólo piensa en la manera de encontrar un trabajo en Europa y empezar una nueva vida. Un día después de desembarcar en Sicilia, 112 inmigrantes africanos encontraron un lugar digno para vivir en un hotel en las colinas de Sicilia, el Oasis Don Bosco. Mientras la Guardia Costera sigue rescatando sin cesar inmigrantes que se lanzan a cruzar el Mediterráneo en pateras arriesgando su vida, las autoridades italianas lanzaron una campaña en todo el país para transformar hoteles y residencias de vacaciones en alojamientos para inmigrantes. Por US$30 por persona tienen derecho a una habitación para tres personas con baño y balcón. Según relata AFP, además cuentan con un salón de recreo, sala para clase de italiano y un campo de fútbol. Por razones de seguridad, la piscina ha sido vaciada y clausurada. “Aquí pueden vivir dignamente. Hay bebidas, de comer y una cama para dormir”, explica Ciccio a los recién llegados.
Visiblemente agotados tras haber dormido su primera noche en el Viejo Continente en carpas, los inmigrantes ya pueden empezar a pensar en su futuro. “Pagué US$400 para venir a Italia. Cuando vi que se trataba de un bote neumático, no quería subir, no era un barco. Pero los encargados del bote me amenazaron si me daba media vuelta, me mataban”, contó Mamadu. “A bordo había cristianos y musulmanes y cuando el agua comenzó a entrar empezamos a vaciar el bote y a rezar todos juntos”, asegura.
El recorrido de los inmigrantes ilegales que han llegado en estos días a Sicilia y Reggio Calabria, en el sur de Italia, es complejo, largo y en ocasiones desesperante. De los cerca de 170.000 inmigrantes que llegaron a Italia en forma ilegal el año pasado, de cerca del 70% se desconoce el paradero. Se cree que se encuentran en otros países europeos. Más de 11.000 inmigrantes desembarcaron en Italia en los últimos seis días.
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Eritrea, 3.000 por mes
 
La mayor parte de los inmigrantes llegados a Italia el año pasado venían de Eritrea, un país del cuerno de África. Datos oficiales señalan que en 2014 fueron un total de 28.557. De acuerdo con estadísticas del Acnur, 308.022 refugiados y 30.038 solicitantes de asilo en el mundo provienen de este país, donde no existen partidos políticos de oposición y las libertades de expresión y asociación están fuertemente restringidas.
Según el Reporte de Amnistía Internacional 2014/2015 sobre el estado de los derechos humanos en el mundo, miles de presos políticos llenan las cárceles de Eritrea. El control gubernamental es abrumador, el gobierno pretende recolectar un 2% sobre el ingreso neto de sus nacionales que residen en el exterior, a través de lo que denominan “impuesto a la diáspora”. Alrededor de 3.000 personas huyen cada mes.
 
Etiopía, atacada
 
La situación en este país africano siempre ha sido grave. Sequías, hambre y guerras. Sin embargo, al parecer ha empeorado en los últimos meses. Según reportes de prensa, todo se debe a la llegada del Estado Islámico (EI), Ayer se reveló un video con la ejecución de ciudadanos etíopes. Casi dos tercios de sus habitantes son cristianos, en su mayoría coptos ortodoxos, una comunidad que dice vivir en el cuerno de África desde el siglo I. Muchos etíopes abandonaron su tierra en busca de trabajo, sobre todo con rumbo a Libia, para emprender desde sus costas un peligroso viaje hacia Europa, a través del Mediterráneo. El EI controla zonas enteras de Siria e Irak donde ha proclamado un califato.
 
Somalia, estado fallido
 
Este es el  tercer país que más emigrantes produce. Sucede lo mismo que en casi todos los países africanos: gobiernos débiles que caen ante los grupos armados que siembran el terror. Somalia está en manos de grupos afiliados a Al Qaeda y el gobierno apenas controla la zona gubernamental y el aeropuerto. El resto del país lo gestionan “warlords” y yihadistas de Al Shabab. Dos de cada tres somalíes dependen de la ayuda humanitaria, que muchas veces no llega a su destino final porque los grupos armados controlan los accesos. Se calcula que cerca de un millón de niños están cercanos a morir de hambre y las posibilidades de obtener un trabajo o mejorar la vida son cada vez muy reducidas. Se calcula que al mes emigran hasta 4.000 personas

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